Acompáñame en este proceso, y si te quedas hasta el final podrás ver cómo va quedando esta joya maravillosa con técnica de micromosaico. Primero con el mechero me apoyo para adelgazar algunos colores de teselas que ya tenía separados para este trabajo. Antes hice toda la parte de metal de esta pulsera rígida y el engaste de un topacio de un color muy intenso y hermoso. Luego, cuando el metal está pulido y con su acabado final y la paleta de colores ya ha sido escogida, es momento de comenzar a cortar cada pequeña miniatura a medida, una por una, para ir ubicándolas de una forma que me parezca armoniosa a la vista y al corazón. Creo que nunca voy a poder hacer una pieza igual a otra, porque las teselas son todas distintas y porque los sentimientos que afloran cada vez también. En esta labor, casi nunca tengo una disposición armada de antemano, de hecho es bastante común cambiar el orden a medida que avanzo. Se sorprenderían como yo de saber que grabé más de dos horas seguidas. Me perdí en este oficio y me encontré a mí misma, una vez más. Por eso siempre vuelvo, por eso sigo aquí. Y podrá sonar a porfía, pero lo tomaré como un tierno recordatorio para mí y para quien le sirva: eso que te hace amar lo que haces probablemente muy pocas veces será el resultado o la retribución que te traiga algo. Es el proceso el que precisamente te mostrará un camino luminoso, si sabes verlo. De ahí en adelante, no des nada por sentado, no tienes idea de cuánto falta ni a dónde vas a llegar. Mejor mira el paisaje, mira a quienes tienes a tu alrededor, usa tus herramientas y aprende unas nuevas, porque la única certeza que tienes, es que estás. Aquí. Y ahora.